26 de diciembre de 2011

Agujeros

 
Los sueños conscientes de los que uno cree despertar a veces vuelven a nacer inconscientes en una siesta cualquiera. Al caer el párpado se levantan las prohibiciones. 
Esos mismos sueños que viven en tus ojos abiertos y te quitas de la vista a manotazos, se cuelan de nuevo bajo el edredón, un día cualquiera, en cuanto cierras los ojos y tus manos quedan paralizadas por el profundo sueño. El guardián de la lógica se va junto con la conciencia al dormir. Y sólo al despertar te das cuenta de que su ausencia en las horas de sueño se aprovechó para quebrantar la ley. Para romper los pactos y las promesas.
Y al despertar y recuperar la movilidad te preguntas si debieras volver a la técnica del manotazo. Levantarte firme, abrir bien los ojos, y empezar la minuciosa búsqueda de los agujeros en tu edredón. Y coserlos para siempre. Para que nada previsto se vuelva a colar de forma imprevista. 
O si por el contrario tanta persistencia merece un poco más de tu atención. Si debieras poner la oreja en cada uno de esos agujeros y escuchar a tus sueños. Preguntarles desde dónde vienen. Cuánto tiempo llevaban pacientes, esperando, hasta colarse allí. Si de verdad algún día se fueron desde la última vez que les diste aquel contundente pero casi involuntario portazo.

Al despertar te preguntas si mañana debieras desarroparte de todo eso antes de dormir. O bien dejarte caer y luchar a oscuras por los agujeros sin salida desde donde gritan tus sueños. Y correr tras ellos.  


Hoy, una gran voz:

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