22 de diciembre de 2012

Descubriendo distancias



El dicho y el hecho siempre fueron amigos de los que saben guardar las distancias. En muchas ocasiones nos gustaría hacer lo que decimos. Sin embargo, a veces nos falta valor para decir lo que realmente haríamos.

Pero sé que aún existe también ese tipo de personas cuyo decir y hacer intiman hasta alcanzar el bienestar de la honestidad. O bien hasta rozar la más absoluta hipocresía. Porque decir y obrar en consecuencia, sin lugar a dudas, puede llegar a ser el acto más hipócrita que uno puede cometer consigo mismo, cuando aquello con lo que se guarda las distancias, es con lo que realmente se siente. Es la hipocresía de la renuncia y el abandono. Es un chantaje paternal al corazón, tan válido, permisible y a veces necesario como el que se le hace a un niño que no sabe lo que le conviene. Y como un niño amenazado, cuando su padre está durmiendo, hay corazones que revientan y lloran en silencio, en la tregua de la soledad.

En escenarios como este, hay quien grita su guión. Hay quien alza la voz y el cuerpo mientras se siente por dentro callado y quieto. Yo siempre fui un público despierto, de los que observan atentamente cada grito y cada gesto. De los que ve llorar el corazón por dentro.

En los últimos tiempos he intimado bastante con alguien a quien apenas conocía. Alguien que  he descubierto que tiene ese lado honesto en el que dice y hace lo que siente. Pero hipócrita como el que más cuando su cabeza y su corazón no llegan a un acuerdo. Así he descubierto que soy; honesta e hipócrita. Por eso, cuando veo un corazón llorando, por más que quisiera no verlo, nada me resulta incomprensible, imperdonable ni ajeno. 



17 de diciembre de 2012

Resonando




Desdibujé las nubes de un manotazo.
Rajé el cielo encima de mi cabeza.
El sol me calentaba más que a nadie aquí abajo.
Llegó con una tormenta bajo su ombligo.
Subió y me cosió el cielo con un bonito hilo.
Y al bajar me trajo sueños, las nubes, olores y  olvido.
Y se sentó a mi lado sin hablarme.
Sin decirme a qué había venido.
Tan sólo respiraba despacio.
Yo tan solo escuchaba su ruido.
Escurrí con mis ojos la nube más gris.
De su voz nació un viento que se llevó todo mi abrigo.
Hicimos el amor mil veces, húmedos y fríos.
Jodida tormenta.
Jodido zumbido el de su voz en mi oído.
Maldito y jodido frío.
La tormenta apagó el olor, mojó los sueños, regó el olvido.
Le maté  y le alejé llevándole conmigo.
Cesó la lluvia, se paró el corazón, se ahogaron los ruidos.
Sólo quedó humedad aquí dentro.
Sólo un eterno eco resonando en el vacío.

8 de diciembre de 2012

Encore



Una tarde más de aprender a olvidar cuando olvido cómo hacerlo. Otro día más rebuscando en los bolsillos. Y toqué el fondo sucio y vacío.

Otra vez me vi buscando una imagen clara. Demasiados borrones. Y demasiadas palabras. De tanto oír dejé de escucharlas.  

Otro día más que se me enfrían las manos. Otra tarde que no quema, ni duele ni abraza. Otra vez este puto trabajo del olvido…

Otra noche dejando atrás las salidas de emergencia.  Otra vez estas malditas manos frías que ya no saben ni abrir puertas.

Otra mentira. Otra daga. Otra herida de las que escuecen. Otra vez esta tontería mía que siempre me acompaña.  

Otro día con ganas de escapar por este pequeño agujero. Y durante un rato me acordaría de tu voz desde el otro lado. Para que resuene lejos y ahogada.   

Quiero una tarde ciega, sorda, desmemoriada. Quiero ir allí y que nadie me busque. Mirarte de lejos y no sentir nada. 




11 de febrero de 2012

"Malamaneciendo"


A veces la mañana se despierta con una sonrisa torcida. Y al abrir los ojos y girar la cabeza, mientras te desperezas, te encuentras con su mueca incrustada en la otra mitad de la almohada, haciendo el papel de compañero malhumorado que te acompañará el resto del día. Te levantas resignada y preparas el desayuno con la esperanza de que aquel café humeante le despierte las ganas de sonreír y dejarte vivir un día más feliz. 

Aquella mañana pasó una mala noche. Antes del amanecer peleó con el sol. Y te cuenta enfurecida que el verano ya pasó. Te recuerda que aquel sol traicionero no te hizo más que una visita de cortesía. De esas fugaces que pasan por tu casa y no se quitan ni el abrigo al entrar, en un gesto que insinúa claramente que no es necesario que prepares cena para dos. 

La mañana malhumorada se cebó con el sol. Te recuerda lo ingenua que fuiste al creerle cuando aún prometía seguir brillando en tu balcón,  aunque fuera envuelto en aquel abrigo que, como ya intuías, nunca colgó. 

La mañana trasnochada te trae nubes negras hasta el balcón. Y desde allí te recriminan tu falta de previsión. Tu poca cortesía y tu cara de disgusto cuando aquellas nubes, a las que esperabas, se presentaron antes de lo pactado sin avisar. Y mientras entran y se quitan el abrigo, olvidas que tu sentido común les había invitado a quedarse a cenar.  

Algo genial:

30 de enero de 2012

Aniversarios

Es curioso pensar en cómo influyen las medidas en nuestra vida. La definición de unidades nos sirve constantemente para ubicarnos en el tiempo y el espacio. Las palabras que hemos creado nos permiten concretar,  y si queremos enfriar,  frases como  “aún es pronto” o “ya ha pasado mucho tiempo”.  “Ahora estás muy lejos” o “quiero tenerte cerca”. Podríamos medir en años, días, horas, minutos, segundos o  fracciones de segundo todo ese tiempo que ha pasado. Y podríamos poner un número preciso a todos esos kilómetros, metros, centímetros o milímetros que nos separan.  Todo se reduce a una escala, que a medida que creces y te familiarizas con ella, te permite saber si aquello es poco, mucho o demasiado. Conceptos esta vez subjetivos. Tanto, que también a medida que creces, los aplicas de forma radicalmente distinta.
 

Nuestro calendario de mesa, lleno de tachones, círculos y flechas, viene dado por los quehaceres del sol.  El sol, las órbitas, los ejes… trabajan y hacen sus cosas y periódicamente te susurran al oído aniversarios.  No nos dicen si ya hace poco, mucho o demasiado. Tan sólo nos dicen que fue hace un año. 

Pocos son los que se resisten siquiera a oír esos susurros. Para recordar grandes eventos. Para grandes y pequeñas desgracias. Para insignificantes o determinantes acciones. Un buen día miras el calendario y casi sin querer lo oyes. Hoy podría hacer 10 buenas experiencias desde aquello. O 10 decepciones.  10 nuevas personas conocidas.  O 10 noches de soledad.  10 buenas noticias. O 10 cosas que preferirías olvidar. Hoy podría hacer 100 veces que te has lamentado de aquello, o 100 que te alegras de que haya ocurrido. Pero lo importante parece no importar. El calendario dice que hoy hace un año. Del resto, nadie lleva la cuenta.
 

En los últimos días no pude eludir el susurro de un aniversario vital. Pero me di cuenta de que no hace un año de una vida nueva. Me da igual el sol, los ejes, las órbitas y las unidades.
En realidad tanto hoy, como ayer o mañana,  hace muy poco tiempo desde aquella decisión acertada. Hace mucho desde aquella decepción. Hace ya demasiado de aquella angustia. Y no hace tanto de aquel nuevo miedo.
 

Y llevo todo un año solar celebrando mi aniversario vital de forma continua y a veces progresiva. Todos los días que se puede…  Cada vez que me percato de que hace poco de lo bueno. Y a cada momento que siento que ya hace mucho más de lo malo.


 Aquí va una canción que descubrí hace apenas un año y que inevitablemente ya ha quedado asociada a todo lo bueno y también a alguna que otra cosa mala de estos casi 12 meses: