11 de febrero de 2012

"Malamaneciendo"


A veces la mañana se despierta con una sonrisa torcida. Y al abrir los ojos y girar la cabeza, mientras te desperezas, te encuentras con su mueca incrustada en la otra mitad de la almohada, haciendo el papel de compañero malhumorado que te acompañará el resto del día. Te levantas resignada y preparas el desayuno con la esperanza de que aquel café humeante le despierte las ganas de sonreír y dejarte vivir un día más feliz. 

Aquella mañana pasó una mala noche. Antes del amanecer peleó con el sol. Y te cuenta enfurecida que el verano ya pasó. Te recuerda que aquel sol traicionero no te hizo más que una visita de cortesía. De esas fugaces que pasan por tu casa y no se quitan ni el abrigo al entrar, en un gesto que insinúa claramente que no es necesario que prepares cena para dos. 

La mañana malhumorada se cebó con el sol. Te recuerda lo ingenua que fuiste al creerle cuando aún prometía seguir brillando en tu balcón,  aunque fuera envuelto en aquel abrigo que, como ya intuías, nunca colgó. 

La mañana trasnochada te trae nubes negras hasta el balcón. Y desde allí te recriminan tu falta de previsión. Tu poca cortesía y tu cara de disgusto cuando aquellas nubes, a las que esperabas, se presentaron antes de lo pactado sin avisar. Y mientras entran y se quitan el abrigo, olvidas que tu sentido común les había invitado a quedarse a cenar.  

Algo genial:

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