16 de agosto de 2016

La ironía del lenguaje II

Hace tiempo que andaba detrás de destripar y estudiar esa fea palabra que de vez en cuando se nos mete en el estómago y no para de darnos patadas.
Esa que se queda dentro, a veces para siempre. Aunque latente, esperando el momento para despertar y hacerse oír mientras te recuerda cómo fueron las cosas, y a veces incluso te susurra en tono jocoso cómo podrían haber sido.
Así que busqué su significado en ese curioso libro de los sentimientos, el diccionario de la RAE. Cada vez que lo hago no puedo esquivar la cómica idea de que quienes lo escriben son cientos de duendecillos o extraterrestres que estudian minuciosamente y en secreto nuestras vidas humanas, como en aquel libro de Eduardo Mendoza, “Sin noticias de Gurb”­­­­. Seres tan observadores, pero tan fríos y ajenos  a palabras como ilusión, amor,  pasión o miedo como para ser capaces de definirlas de forma tan breve, pero casi siempre tan certera y completa. Y es que a veces la ironía del lenguaje me ha ayudado a encontrar las pruebas que apoyan lo que yo ya sabía.

“Arrepentimiento: sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo”.
Esta vez me sobró media definición. No recuerdo haberme arrepentido jamás de nada que haya hecho. Sino que siempre me arrepentí de no haber hecho lo contrario; nunca me arrepentí de haber callado, sino de no haberlo gritado. Nunca me arrepentí de quedarme, sino de no haberme ido.

Nunca me arrepentí del camino tomado, porque me trajo hasta aquí, el mejor de los sitios que ahora mismo conozco. Pero siempre me arrepentiré de no haber tomado otro que me hubiera llevado a un lugar desconocido, jodidamente incierto, pero quizá aún mejor.

Si no me arrepiento, ¿es porque lo volvería a hacer?. Si no me arrepiento es porque hacerlo era condición indispensable para no volver a tropezar mañana. Condición indispensable para llegar a lugares donde sin duda sentiré las patadas en el estómago de nuevos miedos, de cosas sin hacer y palabras sin decir, pero nunca más aquellas mismas.


Esta se ha convertido en la canción del día de hoy. 

9 de marzo de 2016

Imagine


Quiero que pierdas ese vuelo. Y al saberlo sentir una extraña mezcla de alegría y culpabilidad. Volver a pensar hoy si existen las casualidades o si todo ocurre por o para algo. Quiero que siga siendo un misterio. Pero sólo un rato más. Después quiero que quedemos en el cruce oscuro de aquella calle. Buscarte. Encontrarte. Ponerme nerviosa al mirarte a los ojos.  Sentir que se para el frío tras un solo abrazo. Quiero escuchar tu voz y sentir que suena igual que en aquella canción. Meterme en tu cabeza y descubrir que tienes ese cerebro que el mío anda buscando.

Ahora quiero que te vayas en busca de tu próximo avión. Despedirte con un frío abrazo. Y mirarte con seguridad. Oír tu voz educadamente ajena diciendo adiós. Reírme de la casualidad. Volver a casa y escuchar aquella canción. Quiero sentarme a escribir lo que quiero, tal y como te prometí.

Y ahora quiero quedarme contigo antes de perder aquel vuelo, en un mundo irreal de frases sin voz que amenazan con cometer locuras a deshora. En el instante en que mi cordura empieza a aburrirse y a imaginar.



Quiero que pienses en un parque, con un Lago, un café en la mano e inventes un rostro y unos ojos a los que mirar. Quiero que creas en el destino de la casualidad, en la magia de los momentos de inminente final. Que dudes entre la cordialidad y el deseo de los abrazos.  Que imagines tu propio final. 


19 de febrero de 2016

Blood


Unos cuantos ladrillos en medio de una ciudad. 
Eso sería aquella pared, si no fuera porque aún no ha dejado de sangrar.
Pero nadie la mira. Los muy idiotas no sienten nada al pasar. 
No se imaginan que aquel muro fue el escenario donde murió una obra brillante, orgásmica, trágica, sobrenatural.
Que nos vio actuar, excitarnos, mentir y romper a llorar. 
Hoy, como tantas otras veces, hubiera querido abrirme heridas y sangrar por la ciudad. Curármelas, abrirlas y volver a sangrar. 
Bajar al infierno donde me dejaste y pasear. 
Porque la luz de aquí arriba también quema. 
Porque anhelo morir en otro trágico final. 


Buena música que se descubre entre acto y acto

10 de mayo de 2015

Barcelona



Ahora que sé que voy a dejarte, te veo más bella que nunca.

Hoy estaba con ellos y tuve la necesidad de salir a buscarte, a olerte, a escucharte. A recorrerte por cada rincón. Y me di cuenta de que nunca antes había conocido tantos ni había vivido tanto en ellos. He hundido los ojos a través del cristal de decenas de cafeterías, para volver a verme sentada allí dentro. Y al hundir los ojos también se colaban los oídos y escuchaba las confesiones de Ana, las risas de Quique, la historia de Natalia, los miedos de Alex, y tantas otras cosas… He parado a saborear  cada historia en cada rincón,  bajo la mirada fugaz y curiosa de algunos que debían preguntarse qué hace una chica sóla con los ojos brillantes parada frente a una puerta.

Paré en la puerta al final de aquella calle en la que los chicos sacan cervezas de debajo de las piedras y los camareros de los bares te hablan en inglés. Y en aquella otra  donde siempre acababa cuando me perdía por aquel laberinto lleno de ropa tendida y olor a comida turca. Y en la de aquel hostal donde dormí por primera vez, cuando aún todo era una mezcla de miedos e ilusión.

Ahora que sé que te dejo, no puedo evitar esta nostalgia anticipada.  No puedo negar mis ganas de volver a ti ya incluso antes de irme. Aunque sé que el tiempo enfría los sentimientos y que a veces por el camino encontramos nuevas pasiones.

No te puedo prometer regresar. Pero eso no importa, porque un pedacito de mi se queda por aquí contigo para siempre.


30 de marzo de 2015

Think twice





-Quizá tengas razón. Creo que no lo haré.

-Me alegra oír eso.

-Lo sé.  Pero esta vez me hubiera gustado dejarme llevar…

-Y cuándo no lo has hecho? 

-No es justo que digas eso. Siempre te hice caso.

-Acaso no recuerdas la última vez que no me escuchaste?

-Estoy harto de que saques ese tema.  Sin tus miedos todo nos iría mucho mejor.

-Miedo?  No me culpes de tus fracasos!

-Mis fracasos me hacen sentir vivo.

-Pues vívelos, pero no me pidas que te siga.

-¿Y por qué he de seguirte yo a ti?

-Sólo quiero protegerte

-Eres cobarde!

-Y tú un peligro para ambos

-Entonces tendré que hacerlo sin ti.

-¿No  puedo hacer nada para pararte?

-No lo sé. Mañana si lato rápido lo haré. 

-Si lates rápido  no podré ayudarte.

-Si piensas rápido, quizá sí.

         (silencio)

-Venga, vayámonos ya a la cama

-Sólo si hoy me dejas soñar con lo que quiera.

-Está bien. Pero sólo por hoy...

Latiendo de fondo mientras pienso:

10 de febrero de 2014

En extinción





Pocas personas pueden sacarte una sonrisa verdadera cuando todos los músculos de tu cuerpo, incluidos los del ánimo, sólo quieren caer rendidos a la ley de la gravedad.

Sólo personas de película pueden vivir y hacer vivir a los demás momentos de película, de esos que nunca se olvidan, de esos que merecen un título, ser contados, ser escritos y guardados en la retina para siempre.

Sólo personas así son capaces de hacerte sentir ternura hasta el punto de querer llorar.  Y llegado el caso no hay mejor salida que echarle la culpa al resfriado, porque ya se sabe que las chicas duras no lloran por una película.

Pocas personas son capaces de dejarte una sonrisa colgada en la cara de camino a casa, de esas que duelen y que no te puedes quitar.

Seres de película, en vías de extinción, de los que el mundo necesitaría tener muchos más…




Mil años sin escuchar esto, pero en el momento que sonó supe que acabaría aquí puesta.

9 de febrero de 2014

Sorry?






Cuando alguien no conoce la fórmula que usas en tus cálculos, no entenderá cómo pudiste llegar al resultado. Incluso no se lo creerá.  Pero nos dará igual. Nosotros la sabemos y la seguiremos usando. Porque la raíz cúbica de la integral de algo que sólo nosotros conocemos nos da como resultado lo que nos da. Y de poco sirve que el resto no lo entienda. Estamos hartos de hacerlo, y sabemos que funciona. Así que quien quiera entender algo, que se aprenda la fórmula.  

“Sabiduría” es una palabra de connotaciones demasiado optimistas para mi gusto. Dicen que llega con los años. Pero yo creo que se construye con algo más. Aunque siempre se ha dicho que más sabe el diablo por viejo que por diablo.  Y no lo dudo… pero hay muchos tipos de infierno. Y seguro que cada uno hemos tenido el nuestro. 

Así que los años nos dan un poco de ese “saber” a todos, pero a cada cual el suyo. A cada cual su fórmula. Y cuando los diablos se van haciendo viejos, empiezan a echar cada uno sus cuentas. Y al más mínimo intento de puesta en común, llega el caos y la confusión. Porque todos creen tener razón. Y lo cierto es que todos la tienen.