17 de noviembre de 2013

Girando

El dolor por la pérdida de un ser querido es indescriptible e incalculable. Y tremendamente dependiente del grado en que forman parte de nuestras vidas. 

Muchos se van de nuestro lado gobernados por esa “ley de vida”. Otros muchos se nos van por otras leyes que, los que nos quedamos aquí , aún no acertamos a comprender.  Sea como fuere la muerte es una dictadura universal y no hay lugar para el exilio donde ella no reine. Sencillamente, vivir mata.

Quien un día recibe esa puñalada en el estómago,  tardará más o menos en cicatrizar. Algunos incluso jamás lo harán. Pero no les queda más opción que despertar de los sueños cada mañana.  Y durante un tiempo, que se hace eterno, cada vez que sus párpados se levantan, encienden el interruptor del dolor, la incredulidad, la vuelta a la realidad.

Desde la perspectiva que me da la lejanía, en el tiempo y el espacio, hoy miro aquella foto y siento que el mundo ha cambiado un poquito al no tenerte aquí ya.  
Y seguirá cambiando, hasta que casi no reconozcas este sitio en el que un día estuviste.
Mañana la rutina nos adormecerá y todos volverán a sus quehaceres sin más, sin saber que el mundo hoy ya no es igual. 

Pensando en alguna canción recordé a alguien que también se fue por una de esas leyes injustas.