3 de septiembre de 2011

Una pasión


Siempre he sido una gran amante de la música. Está presente en mi vida casi a todas horas, acompañandome en las tareas más cotidianas; conducir, trabajar, hacer deporte, bailar, limpiar, pensar… Cada momento requiere un tipo de música concreto, hasta el punto de que he llegado a clasificar mi música haciendo carpetas con nombres de actividades o estados de ánimo para los cuales estaba indicada. Esa clásica frase de “no imagino un mundo sin…” para mi está claro, no lo imagino sin música. Pero en ningún caso soy una crítica o entendida. Tan solo soy amante de disfrutarla y usarla como herramienta para sentir. Es una de esas maravillas que sabemos hacer los humanos y que yo a pesar de amarla enormemente, dejo en manos de quienes saben hacerlo bien. Jamás he cometido el error de tocar un instrumento más allá de palparlo. Ese mundo de los acordes, las notas musicales, los tonos… coordinar todo eso me parece una tarea encomiable y resulta para mí una idea tan abstracta como el concepto de bits, y el misterio de los unos y ceros. Alguien podría explicarme cómo a base de unos y ceros hemos sido capaces de comunicar el mundo? (o al menos parte de él…) Cómo es posible que mediante unos y ceros podamos tener desde la receta de un postre casero hasta los datos del ordenador del vecino del quinto, pasando por cómo está el tráfico en este momento en Japón? Yo lo acepto, sigo el razonamiento, ok, pero al llegar al final, lo siento, no acabo de entenderlo…

Desde mi ignorancia creo que en el fondo existe cierto paralelismo entre la música y la informática; partimos de elementos harto sencillos, pero que combinados entre sí de infinitas maneras, dan lugar a cosas tan maravillosas como la música o las recetas de cocina on line. Lo que sí tienen en común claramente es mi desidia para entender ambas. Ya que lo han descubierto y desarrollado otros, entonces qué mejor que disfrutarlo, escuchando tu música preferida mientras cocinas esos pasteles ricos que has visto en la web, gratis, robándole ancho de banda al vecino del quinto.

Sin desviarme demasiado del tema, hace unos días un buen amigo me envió un conjunto de unos y ceros en forma de link que me llevaron hasta este vídeo. Y realmente disfruté mucho viéndolo porque me sentí muy identificada. Trata de alguien que intenta transmitir su pasión por la música, en este caso por la música clásica. Y para ello pasa un buen rato hablando de los unos y los ceros del mundo de la música (también conocidos como Do, Re, Mi... mejor no sigo que seguro meto la pata). Pero poco a poco consigue mostrar algo muy importante y que yo siempre he tenido muy presente. Y es que la música es una herramienta única para sentir lo que queramos sentir. Nuestro cerebro es capaz de ser estimulado y dirigido de muchas formas distintas; con olores, sabores, texturas, imágenes, sonidos sencillos… que como es evidente se reducen todos a nuestros bien conocidos sentidos. Cualquiera de estos estímulos pueden evocarnos un momento pasado, agradable o no, y hacernos volver a vivir aquellas mismas sensaciones. Sin embargo, ninguno de estos estímulos es tan poderoso como la música. Una pieza, una canción, es el estímulo más grande para generar casi cualquier sentimiento, de tristeza, de euforia, de rabia, de amor, de nostalgia…. Y si no me crees, prueba a evocar lo que quieras, primero sólo con una imagen, o sólo con un olor… y por último prueba a poner la música apropiada, cerrar los ojos y simplemente pensar en ello. Con diferencia esto último te conduce donde tú quieras.

Algunas de mis preferidas:

Sonata nº 14 Claro de luna (Beethoven)

Sueño de amor nº3 (Liszt)


Imagen: Johanesj






2 comentarios:

  1. Hola MC, me ha gustado mucho el texto y como te expresas. Pero no estoy de acuerdo con todo lo que dices. Y no estoy de acuerdo porque lo tengo comprobado conmigo mismo. Soy, creo que como tú por algunos de tus post que llevo leídos, una persona con muchísimas inquietudes, me gusta aprender todo lo que puedo, pero la música aunque sé que es bella y positiva, siempre la he definido como un idioma que no consigo comprender. Siempre prefiero el silencio a cualquier tipo de música. Me deja concentrarme mejor. Además siempre he leído que es el olfato, el sentido más estrechamente ligado a las emociones y la memoria. Cómo sino un sordo podría sentir esas mismas emociones de las que hablas? Yo soy de los que creo que es un olor y no una canción (oído), el estímulo más fuerte. Espero no te moleste mi comentario, es sólo mi opinión. Y a pesar de este punto de vista distinto, considero que es un placer leerte. Hay un libro bueno de Rachel Herz, "El perfume del deseo".

    ResponderEliminar
  2. Hola Miguelón. Por supuesto, en absoluto me molesta tu comentario! Quizá haya sonado un tanto dogmático, pero en realidad, al igual que tú, en cierto modo también hablo desde mi propia experiencia. Por otro lado, no cabe duda de que la falta de un sentido no imposibilita ni mucho menos los sentimientos de los que hablamos. Ni siquiera el olfato. Independientemente de qué sentido esté fisiológicamente más relacionado con la memoria y las emociones (hablar de eso nos llevaría muchísimo tiempo, aunque me encantaría!), yo insisto en que, desde mi experiencia, la música es el mejor adyuvante (no lo llamemos estímulo) que conozco. De una misma historia, a partir de un mismo estímulo, uno puede revivir los momentos más bellos con una sonrisa en la cara o bien los más tristes; sólo depende de qué te ayudes. Y ahí es donde creo que hay pocas herramientas tan versátiles como la música.
    (Aún así también opino que hay momentos en que el silencio es la mejor música que uno puede escuchar...)
    Por último gracias por el comentario, para mí también es un placer leerlo y discutirlo, de verdad. Y le echaré un vistazo a ese libro!!
    Un saludo.

    ResponderEliminar