Llevamos varios días recibiendo correos electrónicos en el trabajo con respecto a una “importante” visita que tendremos en unos días. Nos lo han recordado por activa y por pasiva. Se ha especulado sobre la hora de la estelar entrada. Finalmente se ha concretado. Nuevo mail para rogar a todo el mundo que haga un hueco en sus quehaceres diarios y sea puntual para estar “preparados” para el recibimiento. No puedo decir que haya sido un revuelo escandaloso, ni mucho menos… Afortunadamente el único revuelo debe estar en los preparativos de aquellos pocos que hacen “política” dentro de un centro de investigación. El resto, la mayoría, somos más de estratos inferiores y nos importa más bien poco quien venga o deje de venir con tal de que no nos contamine nuestros cultivos de células al estornudar ni nos ocupe nuestro turno del famoso inverted confocal. A mí personalmente me preocupa mucho más que ese día funcione la máquina de café y que haya sitio al llegar para aparcar…
De repente hay que limpiar, pintar, decorar…. Da igual si el resto del año trabajaras en un antro gris, oscuro y sucio (Tampoco es ese el caso…). Pero ese día no. Hay que ser gilipollas. Nos pasamos la vida quejándonos a los políticos de nuestros pocos recursos y el día que vienen a vernos queremos demostrarles que no nos falta de nada. Que nos sobra dinero hasta para tener flores en la entrada.
La ciencia que yo hago a diario en mi mesa no está politizada. La que hacen las personas que han pensado en que hay que pintar, poner flores, que nos ruegan puntualidad y que se pondrán su mejor traje para la foto, sí. Pero por supuesto esto no es una crítica a nadie en concreto. Si yo estuviera en su lugar haría exactamente lo mismo. Quizá por eso ni lo estoy ni quiero estarlo.
Llevo un par de días dándole vueltas. En algunos de los ratos en que uno trabaja en algo mecánico y rutinario se puede permitir el lujo de dejar de pensar en lo que está haciendo y dar rienda suelta a la imaginación. Yo normalmente en esos ratos arreglo el mundo, o pienso en cómo será el hombre de mi vida, o en qué haré este fin de semana, o en el sexo, o en mi amiga que hace mucho que no hablo con ella, en el desorden que hay en mi casa, en que tengo que comprar papel higiénico, en una canción….(etc etc etc). En definitiva, supongo que como todo el mundo. Y esta vez me dio por imaginarme una conversación. Más bien un monólogo frente a nuestras queridas ministras. Así, en plan heroína. Me imaginaba en el salón de actos. A las once en punto. Con mi pantalón “hippie” mal planchado y mi paquete de tabaco en la mano. Turno de ruegos y preguntas. Coloquio con los investigadores. Pues a mí sí que me apetecería una charla con ellas…
“ Señora ministra, en primer lugar me gustaría que supiera que he dejado mis cultivos celulares aparcados durante dos horas para venir a recibirla. Eso significa, que hoy, en lugar de trabajar 12 horas como de costumbre, es probable que acabe echando 14 si quiero acabar… Pero he hecho el esfuerzo porque me apetecía mucho darle mi particular visión sobre la ciencia en España. Los científicos, en general, somos personas capaces y preparadas. Tenemos los conocimientos necesarios para hacer cosas tan útiles como hallar el origen de multitud de enfermedades que usted misma podría padecer algún día. Para ayudar a su diagnóstico y por tanto a su tratamiento. En menos de un día yo misma podría decirle si es usted portadora de varias mutaciones que podrían dar lugar a una enfermedad fatal en sus descendientes. No somos genios, pero sí que podemos hacer cosas bastante útiles. En cambio, ¿sabe usted a lo que dedicamos aproximadamente un 30% de nuestro tiempo?
- A ordenar facturas y albaranes. Porque no hay dinero para contratar a nadie que lo haga. Albaranes de productos por los que pasé más de tres días navegando en la red en busca del más barato.
-A fregar más cacharros de los que friego en mi propia casa. Porque no hay dinero para contratar a alguien que lo haga. Ya de paso sea dicho que llego a mi casa tan tarde que no tengo demasiado tiempo para ensuciar cacharros.
-A hacer de doble de MacGyver. Arreglando aparatejos rotos y haciendo el pino puente para fabricarme un ultra-mega -secuenciador con dos cajas de zapatos.
-A ir al chino a comprar laca de uñas, estropajos, y pastilleros. Esto es literal. Todos ellos en sustitución de otros productos mucho más sofisticados, caros y reglamentarios que sirven para cosas que no tienen nada que ver con los objetos en cuestión.
Estas y muchas otras cosas son mis tareas diarias. Por las que me pagan este grandioso sueldo de doctor. Un sueldo sobre un papel, parte del cual yo nunca he visto porque va destinado a esos necesarios impuestos que todos pagamos. Y que sirven (entre muchísimas otras cosas útiles), a pagarle por ejemplo a usted esta viaje. Con su coche, su escolta, con su billete de avión, su hotel y su pensión “repleta”, más que completa diría yo…
Como verá, un viaje muy similar a cuando nosotros, los científicos, viajamos a esas estupideces que se llaman congresos. Donde hacemos tonterías como intercambiar información, conocimiento y aprender cosas nuevas. A propósito de esto, acabo de recordar que olvidé una de esas tareas en la que también me doctoré: pasar horas frente al ordenador tratando de buscar el hotel más cutre y barato de toda la ciudad del congreso. Por supuesto, que no se nos pase por la cabeza la idea de tener intimidad y pedir una habitación individual. Si es triple, con baño compartido, mejor que mejor. Y si no conoces demasiado a tus compañeros de habitación, pues te tomas un café con ellos en el aeropuerto y listo! Al llegar con tu maleta, el bolso, el portátil, el póster y tu madre al teléfono preguntando si has llegado bien, no te vayas a creer un dios y pidas un taxi que te lleve hasta el hotel. Mejor a sudar al metro, así tienes ocasión de discutir con tus nuevos compañeros quién se ducha primero. Y al volver y pedir mis dietas, no crea usted que pido lo que me corresponde. Tengo el defecto de pedir tan sólo lo que me costó el bocata del camino. La ciencia es más importante que mi estómago. Con lo que me hubiera gastado en un menú del día podemos comprar aquí dos paquetes de folios de los gruesos!!! …”
Como verá, un viaje muy similar a cuando nosotros, los científicos, viajamos a esas estupideces que se llaman congresos. Donde hacemos tonterías como intercambiar información, conocimiento y aprender cosas nuevas. A propósito de esto, acabo de recordar que olvidé una de esas tareas en la que también me doctoré: pasar horas frente al ordenador tratando de buscar el hotel más cutre y barato de toda la ciudad del congreso. Por supuesto, que no se nos pase por la cabeza la idea de tener intimidad y pedir una habitación individual. Si es triple, con baño compartido, mejor que mejor. Y si no conoces demasiado a tus compañeros de habitación, pues te tomas un café con ellos en el aeropuerto y listo! Al llegar con tu maleta, el bolso, el portátil, el póster y tu madre al teléfono preguntando si has llegado bien, no te vayas a creer un dios y pidas un taxi que te lleve hasta el hotel. Mejor a sudar al metro, así tienes ocasión de discutir con tus nuevos compañeros quién se ducha primero. Y al volver y pedir mis dietas, no crea usted que pido lo que me corresponde. Tengo el defecto de pedir tan sólo lo que me costó el bocata del camino. La ciencia es más importante que mi estómago. Con lo que me hubiera gastado en un menú del día podemos comprar aquí dos paquetes de folios de los gruesos!!! …”
Bueno, pues todo eso y mucho más había en mi monólogo… En definitiva, nunca he sido una rebelde. Y nunca lo seré. Evidentemente jamás montaría semejante numerito en mi centro de trabajo. Pero sueño con que alguien lo hiciera e hincharme a aplaudir.
Mi cabeza y este blog son de los pocos sitios donde puedo decir libremente todo lo que me da la gana. Así que en ambos sitios lo he hecho…
Hablando de rebeldes, una canción de Mano Negra que me hace mucha gracia
Hablando de rebeldes, una canción de Mano Negra que me hace mucha gracia
Así funciona este pais y más en época electoral.Cuantas más fotos mejor.Seguro que la ministra no sabe a lo que os dedicais en el centro.Y cuando acabe de vosotros tendrá otras "sesiones fotográficas" listas.
ResponderEliminarYa lo dijo Unamuno :" Que inventen ellos".
Habrá halagos y piropos, promesas al viento y sentimientos de compresión, complicidad, unión y equipo.... En un discurso preparado por quien sabe mucho de cómo hacerlo, mientras unas piensan en la siguiente foto y los otros en la mierda que estamos escuchando.....
ResponderEliminarEs que no soporto los paripés, mucho menos bidireccionales. Nos quejamos de que nos va mal y les damos con una sonrisa las fotos que necesitan para enseñar que nos va de puta madre. Con estas cosas consiguen que me sienta imbécil.
Hace unos días que no me conectaba y al leer este post he flipado.
ResponderEliminarYa no eres MC, Ahora eres Shenna la guerrera, Has sacado tu espada y vamos a cortar cuellos de todos estos hijos de puta a través de la palabra. Yo me pido Conan el bárbaro y ya estoy afilando mi hacha cortacuellos de mamarrachos de estos :P
Me ha encantado este post y esa vena tuya.
Estarías genial con el pantalón hippie mal planchado y el paquete de tabaco en la mano jejeje.
La guerrera que suscribe, imaginó en su cabeza esta historia que prometía acabar en tragedia, sangre y cuchillos volando. Donde al final ella levantaba la espada con un pie sobre el cuello de la ministra, que yacía en el suelo con su elegante traje hecho trizas, envuelta en sangre y sudor, mientras todos los demás alzaban sus hachas y la vitoreaban!!!!
ResponderEliminarPero dejando a un lado mi fantasía, en realidad sabía que si iba acabaría escuchando resignada, así que decidí ahorrarme una caja de Almax y no aparecer por allí. Me quedé en mi mesa con mis experimentos.
Cuando otros me contaron algunas de las preguntas y respuestas que se oyeron aquella mañana en aquella reunión, supe definitivamente que me había ahorrado una úlcera.
Lo siento Conan, no llegué a aparecer por la batalla...jejejejej