9 de noviembre de 2011

La gula

Llevo tiempo pensando en ello. O mejor dicho, pensando en por qué no lo recuerdo. Pensar en algo no se parece en nada a recordarlo. Hace tiempo que ningún olor, canción o imagen me hace recordar nada de aquellos años atrás. Tantos años de mi propia vida ahora me parecen ajenos. Me parece la historia de otro que un día escuché prestando poca atención, y que olvidé nada más acabar la conversación. Y en el fondo no es justo. Es como si esta guerra se resumiera en tan sólo la última batalla. Es un sentimiento contradictorio. Todos dicen que cuando se deja atrás una etapa de tu vida, lo mejor es olvidarla y seguir adelante. Así que yo hice eso, lo mejor; la olvidé. Pero hacer lo mejor me ha hecho sentirme realmente culpable a ratos. 

Hace poco tiempo le contaba una anécdota a un nuevo amigo. Recuerdo el día en que murió mi abuela. Yo era una adolescente bastante joven. Mis padres salieron de viaje inmediatamente y yo me quedé en casa de una buena vecina. Lloré durante todo el día. Mi vecina como es lógico en esta situación tenía una normal y medida preocupación por mí. Lamentaba la situación y cuidaba de una adolescente triste que acababa de perder a su abuela. En estas situaciones uno se esfuerza por animar al otro, por calmar su llanto, por verle un poco mejor. Pero qué ocurriría si en efecto te parece verle mucho mejor? Mi vecina me ofreció una tila porque según ella “entendía perfectamente que en aquella situación no tuviera ni ganas de comer”. El caso es que yo nunca dije eso. Estaba realmente triste, pero pocas veces en mi vida una tristeza o preocupación me han quitado el apetito un día entero. El resultado fue que me tomé aquella tila mientras lloraba de verdad, pero a la vez me moría de hambre. Sentía vergüenza de decir que tenía hambre. Supuse que pensaría que soy un animal sin sentimientos que pretende comer tan sólo horas después de que su pobre abuela hubiera muerto. Mi vecina no quería verme llorar, no quería verme triste. Pero qué hubiera pensado si de repente le pareciera que en efecto estaba mucho mejor, comiendo como si nada…? Eso fue lo que estúpidamente pensé, y me quedé sin comer.

Digamos que ya no tengo edad de "dejar de comer" por guardar las apariencias. Esta vez, después de otro llanto, dije en voz alta que tenía hambre. 
Todo el mundo insiste en verte bien. Te hablan de las mil maneras de recuperarte. De ver el lado positivo. Y esta vez no me hizo falta tomar nota. Ya tenía mis propias notas en mente. Y antes de lo que muchos pensaban me recuperé. No querían verme llorar, así que dejé de hacerlo. No me creían culpable, así que dejé de sentir que lo era. Me mostraban cosas positivas y yo acabé viendo más de las que nadie podía haberme enseñado. Me creyeron valiente y yo llegué a sentirme orgullosa de serlo. Busqué con ganas un cambio de aire. Aprendí a ilusionarme, a dudar, a soñar y despertar. Aprendí a sonreír, a sanar, a tragarme el orgullo y no huir. A saborear la puta sal del agua cuando ahoga y escuece. A escuchar a los dioses y tocar la agridulce locura. A parar frenando en seco y también a dejarme llevar. A llegar a casa y llenar el maletero. Pero sobre todo aprendí a empeñarme en buscar siempre lo positivo en cualquier situación. 

Pero desde entonces, muy de vez en cuando, me siento culpable por encontrarlo. Por ser una listilla con gula que se come la vida y aprende tanto…  



Lo malo de esta canción es que en el coche no puedo cerrar los ojos. Es mi forma preferida de escucharla...

4 comentarios:

  1. Aunque solo sea muy de vez en cuando, no te sientas culpable por aprender demasiado y comerte la vida. Se que es inevitable...también de vez en cuando está bien desaprender para volver a aprender, así esa gula que nos rodea continuamente no nos engorda tanto ;)
    Yo también escucho esa canción con los ojos cerrados!! Gradiosa!!
    Bsos MC

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  2. En primer lugar, bienvenid@ a esta casa, BVilla.
    Yo no suelo juzgar jamás a nadie. Pero en este caso estoy haciendo de vecina y de juez conmigo misma. Me quiero tanto que quiero verme bien, pero a veces me sorprendo cuando lo consigo. Pero es un sentimiento de culpabilidad controlada. No dejaré de comer tampoco por eso, ni siquiera para guardar las apariencias con el juez que llevo dentro.
    Me alegra compartir esa forma de sentir esta canción!! Pero ya sabes, mejor fuera del coche en un lugar seguro...jajajaj.
    Un saludo!

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  3. Como dice "alguien" que conozco, vamos por partes.
    Yo nunca he creído que cuando acaba una etapa, haya que dejarla atrás y olvidarla, más bien al contrario. Creo que hay que recordarlo todo, al menos todo lo que se pueda porque los recuerdos son lecciones aprendidas que nos ayudan en nuestro futuro.
    Con lo de sentirse culpable, intuyo que te pasa como a mí. Que nos sentimos culpables pero pronto se nos pasa, nada grave doctor,jeje.
    Con la última frase estoy totalmente de acuerdo :P jejeje.
    No pierdas tu gula nunca. Si no por ti, por los que dependerán de ella.
    Como siempre un post genial para pensar.
    Un abrazote para mi escritora favorita :)

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  4. Eso, eso. Vayamos por partes jejeje
    De las etapas pasadas yo he aprendido lo más importante: a aprender.
    Mi sentimiento de culpabilidad quizá sea por tener más presente lo aprendido que el recuerdo de las cosas y personas que de algún modo me ayudaron a aprender.
    En realidad sé que nadie es culpable de no sentirse mal por algo de lo que no es culpable. Supongo que es como un resquicio de algún tipo de moral extraña e hipócrita que no podemos evitar.
    Seguiré comiendo y aprendiendo, no lo dudes.
    Otro abrazo grande de vuelta!!!

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