Sábado tarde. Tres planes rechazados. Tan sólo dejé uno en el
aire hace unos minutos, pero sólo porque es con alguien diferente, casi
desconocido, interesante. En definitiva,
un plan raro; como el día de hoy. En realidad como muchos otros días; es sólo
que los sábados sales de tu jaula,
desconectas el mail, cortas el cordón umbilical que une tu vida a los chupasangres
que te rodean a diario, y por fin tienes algo de tiempo para ti. Tiempo para
pensar en lo raro que es el día. En por qué cada vez necesito más estar sola.
Hoy convertí todos mis
planes en ir de excursión al súper, y al
llegar a casa me di cuenta de que todo lo que traje más que alimentar mata.
Quizá es una señal para que aprenda que pasar mucho tiempo a solas con alguien
no es sinónimo de cuidarle. Y es que desde
que salí de las faldas de mamá, nadie me cuidó a diario. En realidad sí. Hubo
una vez. Un tiempo en el que alguien se preocupaba por mi como nunca antes lo
habían hecho. Pero aquello tuvo un
ligero matiz de síndrome de Estocolmo con quien secuestraba mi alma.
Desde hace ya mucho tiempo me secuestro a mi misma a menudo. Sé
que eso no es cuidarme. Pero a cambio, nos estamos conociendo infinitamente
bien. Hace años nunca pensé que fuera tan necesario. Y nunca pensé que me
quedara tanto por saber de mi. Eso siempre me hace pensar en lo ingenuos que
somos cuando creemos conocer de verdad a alguien. La vida ya me puso un muy buen ejemplo. Y algún
otro de menor importancia también. Lo peor es que se me sigue olvidando continuamente
todo lo que aprendo.
Además de todas las mierdas que hoy compré, también me traje
algo saludable. O quizá no tanto, no lo sé. Esa libreta que se ve ahí arriba.
Es algo así como la bolsa del asiento de un avión, para tenerla a mano por si
entran ganas de vomitar. “Rosa y con corazones”. Es lo primero que he pensado
al verla. “No va conmigo. Qué coño pinto yo llevando en el bolso algo así… Pero
qué esperabas, ¿una libreta con calaveras?”
Una de las cosas que uno aprende con los años, es que no siempre
se es lo que se quiere ser. En realidad lo diría de otro modo. Y es que no
siempre se puede evitar ser “un poco” como no quisieras ser. Rosa, de corazones
y con filigranas dentro. Donde escribirás a veces palabras rebeldes, groseras o
de contenido sexual. La he manoseado, la he mirado veinte veces. Y finalmente
he decidido que aquellos corazones con purpurina (además) me atraían y punto.
Lucho por ser una chica dura. Y creo firmemente que lo soy. Sólo tengo que echar la vista atrás. Me he
demostrado mil veces tener más cojones de
lo que muchos llegarán nunca a tener. Pero lo cierto es que en el día a día a veces me he comportado
como una mierda de chica dura que se decepciona a si misma.
Hay quien sólo ve a la chica dura, y ni se imagina mis
debilidades. Hay quien me vio de cerca flaquear pero no sabe todo lo que hay
detrás.
Mirando la libreta pensé en qué soy realmente… Y al comprarla decidí
que me importa una mierda. Soy una chica
dura con corazones rosas dentro del bolso. Hoy me conocí y me acepté un
milímetro más. Y así cada día que me secuestro.
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