29 de enero de 2014

EEG



Hace poco le contaba a alguien que mi hábito de escritura, o quizá mi necesidad de ella, había fluctuado mucho a lo largo de los años.  Y no depende necesariamente de que sea un buen o mal momento. No depende de lo feliz o desgraciado que seas.

El estado de plena euforia o felicidad nos hace sentir vivos. Y a veces ese tipo de sentimientos inspira, desata el optimismo y con él la imaginación. Otras épocas felices sin embargo, nos mantienen callados durante largo tiempo, disfrutando simplemente del momento.  

La desgracia, a veces, también nos paraliza en otros quehaceres más cotidianos. Pero lo cierto es que la tristeza, la decepción, el rencor, o la soledad, siempre fueron también un gran motor para lanzar palabras sobre un papel, para vomitar todo eso que nos ensucia por dentro. A veces simplemente para revolcarnos un poco más en toda esa suciedad. Es un acto muy típico de los “tristes”, cuando lo somos, hacer algo así. Una especie de auto-flagelación. A veces incluso diría que pareciera consolar acabar haciendo un bonito verso de alguna de las mierdas que nos atormentan.  
Nos sentimos de algún modo liberados. Al fin y al cabo no es más que la capacidad (diría necesidad) de poner pedazos de historias sobre la mesa. Y cuantos más hay sobre ella, menos van quedando dentro. O eso quiero creer. 

En mi caso hay un factor adicional, e importante, que es la necesidad de poner orden; siempre fui un auténtico desastre, una máquina de fabricar caos.  Sólo hay que echarle un vistazo a mi casa, mis cuadernos, mis horarios, mi armario, o mi cerebro.  Nada importante puede pasar por mi cabeza sin que necesite  sacarlo y ordenarlo desde fuera.  Y cuando digo nada, no exagero, aunque muchas de esas palabras ordenadas nunca caigan por aquí, aunque se queden guardadas como infantiles páginas al estilo diario. O como otras, que tienen más miseria que  retórica y  prefiero guardarlas donde todos guardamos nuestras miserias, como mucho en manos de quien las conoce bien…

En definitiva; las palabras salen sencillamente cuando algo las empuja. Y con el tiempo me he dado cuenta de que es una buena herramienta para medir mi actividad cerebral. Una especie de termómetro que nos indica los estados febriles de la mente, del alma, del corazón o como queramos llamarlo. Picos de actividad donde algo se mueve, sea bueno o malo.
Sólo recuerdo una etapa “no febril” en mi vida, en la que no salían palabras, en la que parecía que no había nada a mi alrededor que ordenar.  Si eso es estar sana, no quiero volver a estarlo nunca más. 


Superado el martes con esta versión que hoy me ha apetecido poner en "repeat"

26 de enero de 2014

"Desinventando"



De repente algo te hace retroceder. Dar un salto hacia atrás. Y cuando intentas ver en qué punto estás, da igual… Sólo miras hacia adelante y te preguntas cómo demonios pudiste haber llegado tan lejos hace tan sólo unos instantes.

Leer en diagonal es una de mis manías. La manía de ir rápido y a saltos por la vida. De querer saberlo todo leyendo tan sólo la palabra más atractiva de cada frase.  Pero a veces no funciona. Y tras un par de páginas te das cuenta de que no entendiste nada. Algo importante se te escapó. Y hay que dar marcha atrás…  

Y quien no sabe leer, suele escribir mal.  Siempre me gustó escribir compulsivamente. E impulsivamente. De forma casi incoherente.
Pero a veces, aún con el cerebro hirviendo lleno de frases que quieren salir, frenas y piensas en cómo crees que será el final. Y te das cuenta de que hay párrafos que no encajan. Frases escritas tan rápido que ahora no sabes cómo continuar.

Podría tratar de buscarles sentido.
O quizá borrarlo todo y admitir que me equivoqué. Que quien escribe rápido ha de parar de vez en cuando tranquilo y releer. Que nunca es buena idea leer en diagonal. 


Hoy toca música sin letras:

22 de enero de 2014

Desde aquí





                            Hoy soy un recuerdo,
                            una imagen borrosa.
                            Una sombra en tu cerebro
                            que se dibuja al atardecer.
                            Pero hoy soy dueña de tus manos.
                            Y desde aquí quemaré tu piel.

                            Encenderé tus velas,
                            tendré un descuido
                            y dejaré tus sábanas arder.
                            Incendiaré tus modales
                            hasta hacerlos cenizas.
                            Pondré mi aliento en tu boca
                            hasta hacerte enloquecer.

                            Hoy me llamarás sin voz.
                            Me mirarás sin ver.
                            Hoy soy dueña de tus deseos
                            y desde aquí te haré arder.


Aunque nunca entenderé esta censura, veo que años después de haber leído esta noticia sigue existiendo este vídeo: 
http://www.20minutos.es/noticia/442952/0/pereza/margot/censura/

14 de enero de 2014

Moon






Hay días largos que repentinamente acaban y dejan paso a una noche muy corta.
Tardes grises que se pintan de color en rincones mágicos  llenos de luz.
Días silenciosos que acaban susurrándote al oído tus canciones preferidas.
Poesías inventadas que se convierten en guión de un corto nocturno,
en una fría ciudad, donde se regalan abrazos cálidos a cada minuto.
Hay noches de Enero que huelen a primavera.
Noches que vale la pena viajar para ir a aullarle a la luna de cerca.