17 de diciembre de 2013

Météo



Como un yonqui que sólo busca un chute más
hoy no tengo fuerzas para pararlo.
Mañana todo se hundirá.
Pero hoy es aquí y ahora.
Y hoy sólo creo que la  vida dura
lo que dure el olor de tu piel en mis manos.

Hoy siento la amenaza del mañana,
en el que  mi único sueño
será volver a nuestras  noches atados.
Y detener el mundo antes de aquella
en la que se nos escurrieron  los abrazos.
En la que al despertar nos  mirarnos fríos
desnudos, tirados en un lecho extraño.

Pero hoy  todavía luchamos a besos
ignorando aún al vencedor y al vencido.
Mañana  escribiré una historia
lamentando una derrota,
o celebrando un olvido.
Una historia de trueques en silencio,
de deseos clandestinos.



Esta canción hoy  porque me da la gana.  Y porque con los ojos cerrados me vuelve loca.

17 de noviembre de 2013

Girando

El dolor por la pérdida de un ser querido es indescriptible e incalculable. Y tremendamente dependiente del grado en que forman parte de nuestras vidas. 

Muchos se van de nuestro lado gobernados por esa “ley de vida”. Otros muchos se nos van por otras leyes que, los que nos quedamos aquí , aún no acertamos a comprender.  Sea como fuere la muerte es una dictadura universal y no hay lugar para el exilio donde ella no reine. Sencillamente, vivir mata.

Quien un día recibe esa puñalada en el estómago,  tardará más o menos en cicatrizar. Algunos incluso jamás lo harán. Pero no les queda más opción que despertar de los sueños cada mañana.  Y durante un tiempo, que se hace eterno, cada vez que sus párpados se levantan, encienden el interruptor del dolor, la incredulidad, la vuelta a la realidad.

Desde la perspectiva que me da la lejanía, en el tiempo y el espacio, hoy miro aquella foto y siento que el mundo ha cambiado un poquito al no tenerte aquí ya.  
Y seguirá cambiando, hasta que casi no reconozcas este sitio en el que un día estuviste.
Mañana la rutina nos adormecerá y todos volverán a sus quehaceres sin más, sin saber que el mundo hoy ya no es igual. 

Pensando en alguna canción recordé a alguien que también se fue por una de esas leyes injustas.

18 de septiembre de 2013

The right way


Siempre he creído en el destino. Digamos que tengo fe. Pero como con cualquier tipo de fe, siempre me pregunto si no es un eufemismo de “dejadez”, un intento de esquivar nuestra responsabilidad sobre nuestro propio futuro.

La fe en el destino es como ese típico amigo que te apoya hagas lo que hagas. Cuando tomas una decisión te anima a llevarla a cabo; asiente con la cabeza mientras lanzas tus porqués, te dice que estás en el camino correcto… Cinco minutos más tarde, cuando te echas atrás, te dice que llevas razón, que en el fondo era mejor no hacerlo. 

Con amigos como el destino uno siempre se siente bien haga lo que haga. Él nunca te falla, nunca contradice, siempre está ahí,  mostrando su apoyo incondicional. Mi voluntad fue siempre su voluntad.

Así que si no entiendes por qué me fui,
no preguntes, confía en él.
Hoy no me dejó llamarte.
Mañana no me dejará volver.


Nunca pensé que una canción de este hombre me pudiera gustar. (Prejuicios...sólo hay que pararse a escuchar su voz)

25 de abril de 2013

De Eros y Tánatos



                                         Luis Caballero


Sólo quiero que me llames princesa.
Que me grites en la tarde tu odio
y al salir el sol susurres que me amas.
Que me hostigues con veneno en cada palabra.
Sólo quiero oír los portazos de tu voz.
Que me dejes. Que te vayas.
Que vagues y no encuentres  camino.
Y cuando vuelvas, de puro odio,
juguemos sucio hasta que se nos pudra el alma.
Sólo quiero el aire frío de tu voz en mi oído.
El calor de tus fustas y puñales en mi espalda.
Tan sólo quiero que me revientes el corazón a patadas.
Y selles los pedazos cada noche en mi cama.
Suplicar que me folles fuerte
hasta que  me desgarres el alma.
Herirnos con la boca húmeda
hasta que hierva la rabia en tu aliento
y el silencio anide en mi paladar de princesa enojada.
Sólo quiero que me llames princesa,
ahora que ya no nos queda nada. 


Una canción que hoy me trajo recuerdos agridulces. Por las despedidas de las buenas amigas.

28 de marzo de 2013

Nude






Una mirada sabia
que me desnuda hasta el alma.
Unos ojos, los míos,
que  con su vida propia ríen y aman,
odian y temen  cuando les viene en gana.
Hablan sin antes preguntar
si es el momento o el lugar.
Contradicen mis palabras
sin que pueda hacer nada. 
El placer del miedo que desata
quien sabe desnudarme bien
el cuerpo y la mirada.

Llevo  días reparando de modo especial en algo tan cotidiano como extraordinario. Mi cerebro está hoy lleno de ojos. De miradas breves pero infinitamente expresivas. De las de fácil traducción.
No pude dejar de pensar en la mirada de ese  viejo tendero cuando esta tarde, una pareja de gays entró en la tienda y comenzaron a probarse maquillajes, coloretes y sombras de ojos.
En la mirada de esa señora  que se cruzó conmigo de camino a la tienda mientras cantaba con sentimiento y en voz involuntariamente alta “…hoy te la meto hasta el mismo corazón…”
En la mirada de ese alguien que desde el brazo, subió sus ojos hasta los míos,  tras un breve contacto físico para darle las gracias por un favor.
En la de ese viejo desconocido, que muerde mi nariz y me pide que le mire a los ojos de cerca mientras me describe como nadie lo apasionante de una mirada. 

Es el infinito lenguaje de los ojos. Los órganos más versátiles de nuestro cuerpo. No es necesario que cambien de color ni forma, ni se muevan un solo centímetro de su sitio, ni emitan ningún sonido para expresar tanto... No les hace falta porque tienen vida propia; la mirada.

Alguien me dijo hace poco que la mirada no engaña. Otro alguien me dijo hace algo más de tiempo, que no me reía con los ojos. No pude evitar unir ambos momentos en el tiempo. Y es que ambos  estaban cargados de razón. Los ojos no solo miran y lloran; también ríen, aman, odian, temen… Emiten sentencias inaudibles pero tan claras como “qué coño hacen estos dos mariconazos…” Hasta las mal llamadas “miradas inexpresivas” tienen su traducción. Y las “miradas perdidas” siempre andan en algún lugar.

Cuando hablamos con cualquiera a diario, no solemos  paramos a pensar en si le estamos mirando mucho o poco, si lo hacemos de forma directa, si es a intervalos o constante… El día que reparas en ello, sé por experiencia que  la conversación más amable y cotidiana puede acabar resultando tensa e interminable. Con suerte, si el contrario está concentrado, aquella conversación puede seguir discurriendo de forma aparentemente natural sin que nunca llegue a saber que mientras él hablaba tú has hecho toda una tesis sobre el tiempo prudente de mirada sostenida, la frecuencia de parpadeo, la intensidad correcta, el número de desvíos de mirada, hacia dónde desviarlas, cuánto tiempo para no parecer desinteresado… 

Siempre me costó mirar a los ojos cuando tomo conciencia de que lo estoy haciendo. Principalmente con aquellos a los que amé. Siento una pueril vergüenza. Algo más hacia dentro supongo que me hace sentir vulnerable. Porque una mirada sabia, te desnuda hasta el alma.



Arriba, la mirada acumulada al final del día. Y abajo, como siempre, el sonido más escuchado hoy.