Siempre he creído en el destino. Digamos que tengo fe. Pero como con cualquier tipo de fe, siempre me pregunto si no es un eufemismo de “dejadez”, un intento de esquivar nuestra responsabilidad sobre nuestro propio futuro.
La fe en el destino es como ese típico amigo que te apoya
hagas lo que hagas. Cuando tomas una decisión te anima a llevarla a cabo; asiente
con la cabeza mientras lanzas tus porqués, te dice que estás en el camino
correcto… Cinco minutos más tarde, cuando te echas atrás, te dice que llevas
razón, que en el fondo era mejor no hacerlo.
Con amigos como el destino uno siempre se siente bien haga lo
que haga. Él nunca te falla, nunca contradice, siempre está ahí, mostrando su apoyo incondicional. Mi voluntad
fue siempre su voluntad.
Así que si no entiendes por qué me fui,
no preguntes, confía en él.
Hoy no me dejó llamarte.
Mañana no me dejará volver.
Nunca pensé que una canción de este hombre me pudiera gustar. (Prejuicios...sólo hay que pararse a escuchar su voz)
Nunca pensé que una canción de este hombre me pudiera gustar. (Prejuicios...sólo hay que pararse a escuchar su voz)
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