Hoy se me agolparon en la cabeza varias palabras; ganas de huir, pequeña dosis de volver al hogar, irreal soledad, olores asociados a recuerdos, estación de servicio, parada obligatoria. Hoy volví de ese pequeño viaje. De esa pequeña vuelta al hogar. De aquel lugar del que hui en busca de aire. Fue una decisión rápida. Más bien fruto de una casualidad. Iba siendo hora y apetecía. Pero no pude quitarme el remordimiento de sentirme cobarde y fea por dentro. De pensar si en cierto modo me había puesto en la carretera de la huida.
Me bastó llegar para desechar rápidamente la sombra de la huida. Llegar fue agradable. Pero instantes después no pude más que acordarme de una pequeña discusión en la que alguien me decía que el recuerdo más potente era un olor. Nunca lo creí tan cierto. Aquel olor, en su día agradable, esta vez me mareó, me inquietó, me sumergió. Se plantó frente a mí aquella época tan falta de aire. Aquel olor asociado a tantas y tan diferentes cosas. El olor de la tristeza, el olor del coraje. El de la ilusión, el de la asfixia, el de la adrenalina. Aquel olor mezclado. Aquel olor a cosas claramente inmiscibles. Aquello dio paso al estímulo visual. A los déjà vu. Al recuerdo de mis noches en blanco. Al de mi rincón favorito, donde un día lloraba y al siguiente escribía algo bonito.
Pero su acogida me ha hecho avergonzarme de la mía. Las ganas de todos ellos han ridiculizado las mías. Y todo el amor por allí repartido me ha hecho despertar e inmunizarme frente a aquel olor. Y darme cuenta de que aquella breve época fue tan sólo eso, un olor. Un simple ambientador con recambio. Nada que no pueda volverse a llenar. Nada que no se pueda cambiar y olvidar.
Irreal soledad… ¿Más de 400 Km para darme cuenta? Quizá no soy entonces tan inteligente como le decían a mi madre.
Este viaje resultó una parada. Obligatoria. Pero también efímera y absolutamente incierta. De dudosa utilidad. Quizá mañana mismo de relevancia despreciable.
Pero al menos esta noche siento que he traído el maletero lleno de cosas útiles; un par de botes de cariño, unas cuantas cajas de realidad, un aparato que sirve para no volver a levantar los pies del suelo, un confesonario, y por supuesto… rosquillas de mamá. Aún no lo he colocado. He aparcado lejos y no he podido subirlo. Está en el maletero. Sólo espero que nadie me robe el coche esta noche.
Por un viernes noche memorable: Peor para el sol (Joaquín Sabina)
Irreal soledad...Si no fueras tan inteligente como le decían a tu madre, aunque hubieras hecho 4.000.000 de km no te habrías dado cuenta.
ResponderEliminarOtros hemos aprendido que la música es el mejor adyuvante emocional.
Y yo creo, que si te robaran el coche, sólo se llevarían, a parte del mismo, las rosquillas de mamá, con la desgracia que eso sería. Pero lo demás, creo que a lo mejor por el trasiego del viaje, no te habrás dado cuenta pero sí lo has subido.
Es muy curioso esto de ir aprendiendo... Y muy gratificante.
No se te ocurra, y no es una petición sino una exigencia, dejar de escribir.
Los dos hemos aprendido entonces Miguelón, porque no sabes lo que me acordé de tus palabras en cuanto sentí aquel olor. En aquel momento hubiera escrito bien grande "MIGUELÓN, LLEVABAS RAZÓN" Y durante unos instantes dudo mucho que ninguna música me hubiera ayudado a modular aquellos sentimientos...
ResponderEliminarPor otro lado, ya subí todo del coche. Supongo que ahora sólo me queda colocarlo en lugar seguro. (Las rosquillas son lo único que de momento sí han ido a parar a buen sitio!!!; están IMPRESIONANTES)
Procuraré seguir dando la lata escribiendo. ;-)