29 de diciembre de 2011

En 10 segundos

Tragaba saliva al hablar, empujando la mitad de las palabras de vuelta hacia dentro. Aquel abrigo gris y grueso ocultaba las que caían desde la garganta directas al estómago. Donde solían quedarse varios días trabajando una mala digestión. Así había sido desde que la conoció. 

Nervioso, miró una vez más el semáforo; aquel pequeño muñeco brillante aún seguía rojo. Los coches circulaban trazando líneas que discurrían paralelas. Dibujando la frontera que había en el viaje sin retorno hacia el otro lado de la acera. 

El aire frío le secaba los labios. Se los humedeció despacio, con miedo a que resbalara algo que no quisiera decir. Y se tapó las orejas con la bufanda, como queriendo evitar escuchar lo que estaba a punto de oír.

-Es tarde. Debería irme.-

Ella metió la mano en su bolsillo y sacó un trozo de papel doblado. Extendió su mano y se lo dio. Con los dedos helados lo abrió despacio, desdoblando las equinas. Le había anotado su nueva dirección. Incluía un código postal, a 1000 Km del que ahora ocupaban. Un código postal… Aquel detalle poco importaba para una visita que no fuera por carta. 

Recordó aquella primera vez, hace meses, cuando ella le escribió su número de teléfono en la servilleta de aquel bar. 

Tras su espalda algo cambió repentinamente. Mientras la miraba a los ojos, vio reflejada una luz verde en su melena oscura. Giró la cabeza. Los coches se habían detenido. La frontera estaba abierta. Buscó en su estómago algo que apagara aquella luz, pero no tuvo valor. 

 -¿Volverás algún día?- 

-No se puede volver a donde nunca se estuvo- 

Cruzó la calle. Y mientras la veía alejarse, el estómago se le llenó. 


El concierto que hoy di...."La demeure d´un ciel". (Camille)



03 - la demeure d'un ciel.mp3

26 de diciembre de 2011

Agujeros

 
Los sueños conscientes de los que uno cree despertar a veces vuelven a nacer inconscientes en una siesta cualquiera. Al caer el párpado se levantan las prohibiciones. 
Esos mismos sueños que viven en tus ojos abiertos y te quitas de la vista a manotazos, se cuelan de nuevo bajo el edredón, un día cualquiera, en cuanto cierras los ojos y tus manos quedan paralizadas por el profundo sueño. El guardián de la lógica se va junto con la conciencia al dormir. Y sólo al despertar te das cuenta de que su ausencia en las horas de sueño se aprovechó para quebrantar la ley. Para romper los pactos y las promesas.
Y al despertar y recuperar la movilidad te preguntas si debieras volver a la técnica del manotazo. Levantarte firme, abrir bien los ojos, y empezar la minuciosa búsqueda de los agujeros en tu edredón. Y coserlos para siempre. Para que nada previsto se vuelva a colar de forma imprevista. 
O si por el contrario tanta persistencia merece un poco más de tu atención. Si debieras poner la oreja en cada uno de esos agujeros y escuchar a tus sueños. Preguntarles desde dónde vienen. Cuánto tiempo llevaban pacientes, esperando, hasta colarse allí. Si de verdad algún día se fueron desde la última vez que les diste aquel contundente pero casi involuntario portazo.

Al despertar te preguntas si mañana debieras desarroparte de todo eso antes de dormir. O bien dejarte caer y luchar a oscuras por los agujeros sin salida desde donde gritan tus sueños. Y correr tras ellos.  


Hoy, una gran voz:

19 de diciembre de 2011

Los medios

Poco después de acabar la carrera, aún inocente e ignorante, recuerdo que envié decenas de CV.
Tan inocente e ignorante era, que sin ser consciente de ello envié una de mis solicitudes a uno de los más importantes investigadores de España. Yo no tenía la más remota idea de quién era aquel señor. Pero su respuesta fue sin duda la que más me llamó la atención. Recibí un mail agradeciendo mi interés. Y ya de paso, dándome algunas pistas… Me escribió unas palabras indicándome el perfil que andaba buscando para aquel puesto y me dijo que si después de leerlo seguía interesada, estaría encantado de concertar una entrevista conmigo.  

El perfil que describía era algo así (y cito textualmente):
“…alguien a quien le salga de modo natural pasarse en el laboratorio el día entero” (me pregunto cuántas horas tenía el día para este señor)
“… no importarle trabajar los fines de semana” (Teniendo en cuenta que no nos lo pagan, está bien la expresión “que no le importe”, pero me temo que no buscaba a alguien que no le importara, sino a alguien que diera por hecho que formaba parte de su horario)
“… no tomarse todas las fiestas, ni hacer puentes, ni tomarse 1 mes entero de vacaciones” (Lógico. Jamás se me ocurriría; todo eso es totalmente ilegal!!!) 
 “… maduro, no quiero jovencitos/as que vienen a socializar” (lo de jovencitos es un poco inevitable, es lo que tienen los recién licenciados. Por lo demás quizá tiene razón, al trabajo se viene a trabajar, los amigos ya te los haces fuera en los fines de semana. Ah, no…!!! Bueno, o en los puentes. Ah que tampoco se puede…!  Bueno, pues en mi mes de vacaciones… ¿?¿? Bueno, pues no hago amigos y ya está!)
“…los cafecitos, los corrillos en los pasillos, los cigarritos, etc.... todo eso me pone de los nervios”  (Pues a mí lo que me pone de los nervios es estar sin fumar ni tomar café más de 4 horas seguidas)
“…que no tenga problemas de timideces ni verguenzas a la hora de exponer en público” (es decir, que seas un maldito insociable pero alguien dicharachero, abierto y espontáneo dando charlas)
“… no quiero depresivos, ni resentidos, ni amargados, ni obsesivos, ni supersensibles, ni nada parecido” (Supongo que quería decir que no es un requisito previo, sino que ya se encargan ellos después de convertirte en un resentido y amargado)
Para finalizar, una “pequeña palmadita en la espalda”:
“…es duro, no te engaño, y no es algo hecho para cualquiera, son muchos años y muchos meses, y no se puede flojear nunca” (A esto no tengo nada que añadir. Fue lo más realista y sensato que escribió)

En definitiva… casi me hago pis encima del miedo. Corrí a enseñarle el mail a mis compañeros veteranos. Y cuando vieron el nombre del remitente no pudieron más que reírse de mi inocencia. 

A veces pienso que más que criticable, esta actitud es digna de alabanza. Más que nada por aquello de la sinceridad. Porque al final, sin que nadie nos lo advirtiera, muchos hemos acabado trabajando 12 horas, los fines de semana, los puentes y las vacaciones.  Eso sí, hasta ahora nadie ha intentado ni conseguido volverme insociable ni prohibirme mis rituales de café con cigarro a media mañana, después de comer y a media tarde también.

Esta historia me vino a la cabeza después de una pregunta que alguien me hizo hace unos días. Me preguntó qué es lo que buscaba en un hombre, o cómo me gustaría que fuera. 

Mi cabeza a veces parece una especie de batidora donde se hacen recetas incoherentes. Pero en el fondo todo tiene su sentido. Contesté que tan sólo deseo una persona que me haga feliz. Y eso me hizo recordar el mensaje de aquel señor, en el que supongo que no hubiera estado nada mal que dijera que tan sólo buscaba a una persona que trabajara bien. Al fin y al cabo el resultado es lo que importa, no? Podría haber dicho que es un trabajo duro, y él una persona exigente. Y que le daba igual cómo fueras o cómo lo hicieras siempre y cuando obtuvieras resultados.

Supongo que este señor da por hecho que quien hace corrillos, toma café, socializa y descansa los fines de semana, no puede trabajar bien. Aunque cumplir con todos sus requisitos tampoco es ni mucho menos garantía de éxito.

Pensando después en aquella pregunta, me di cuenta de que yo también tenía mi propio perfil en mente. Tenía en mi cabeza el ansiado CV del aspirante. Y pensé, que al igual que aquel señor, quizá no debería pretender que semejante individuo aparezca por mi vista. Y que tampoco en este caso cumplir con todos mis requisitos sería una garantía de éxito. Pensé que lo importante, en cualquier caso, es desear un buen resultado sin importar los medios sino el fin. 

Pero en realidad, al igual que aquel señor, yo también tengo mis prejuicios. Porque doy por hecho que sin algunos requisitos, el candidato no podría hacer un buen trabajo. Y también alguna que otra preferencia..., que si bien no es requisito imprescindible, sí que ayudaría a valorar muy positivamente la candidatura. 

Así que pensé que quería alguien inteligente. Alguien que me haga reír mucho. Optimista y con sentido del humor. No quiero depresivos, ni resentidos, ni amargados. Obsesivos, en su justa medida. Sensibles definitivamente sí.
Humilde, sencillo y generoso.
No quiero cotillas, ni tacaños, ni gruñones, ni aguafiestas. Todo eso me pone de los nervios.
Responsable y un poco loco. Que cante a gritos conmigo o que le divierta que yo lo haga. Que baile conmigo en el salón de casa, o en la calle, o en la estación de tren. No quiero supersensatos-serenos-inalterables hasta la médula.
Que disfrute de una noche loca de juerga hasta el amanecer. Que disfrute de un concierto. De un día tranquilo o de uno agitado. De estar tan sólo conmigo, un sofá y una manta. No quiero muermos. Ni locos insaciables.
Que me haga descubrir un nuevo libro, una nueva película, una nueva canción. Que me enseñe y aprenda de mí. Que tenga aficiones y buenos amigos. Que toque la guitarra. Que lea, estudie o se interese por cosas raras. Que le emocione su trabajo. Que le emocione una poesía o una canción.
Que haga regalos con más ideas que dinero.
Que le guste arreglar el mundo tomando un café.
Que me sorprenda con una aventura en canoa, con una excursión rara, con una actividad emocionante.
Que esté dispuesto a aprender, a cambiar, a tolerar, a enseñar, a apreciar, a disfrutar.
Que me deje a menudo estar a solas pero no me deje nunca estar sola.

Aquel señor soñaba con una máquina eficaz e insensible con sed de trabajo. Yo en cambio soy consciente de que no existe tal CV. O al menos de que no va a caer en mis manos en sólo una vida… Así que por eso, lo dicho; supongo que los medios son discutibles… lo indiscutible es el fin.

Alguien también me preguntó qué era exactamente lo que yo esperaba o me apetecía en este momento de mi vida. Y yo le contesté: “pseudoenamorarme”.
Joaquín Sabina lo explica mucho mejor que yo


16 de diciembre de 2011

El aduanero borracho

A veces tan sólo vemos lo que queremos ver. Nuestra retina es una aduana inconscientemente selectiva. Pequeños universos retinianos donde se pide pasaporte y todo tipo de documentación a la entrada. Y en cuanto algo no cuadra, entrada denegada. 

¿Cuál es el motivo de su entrada?  ¿Cuánto tiempo piensa usted quedarse? ¿Se quedará usted en las afueras o viajará por el nervio óptico para llegar hasta el centro?  Y si es así, ¿cuál es su intención una vez allí? ¿Pretende usted atentar contra el presidente de este cuerpo? ¿Es usted portador de algún tipo de arma hiriente?  ¿Alguna vez ha intentado obtener algo en este u otro cerebro bajo falso testimonio? 

Hay días en que el aduanero se levantó de buena mañana, tomó un buen desayuno, y durante su largo viaje hacia el trabajo se concienció de su tarea diaria. Entonces, probablemente tendremos la nación a salvo. Crearemos un mundo asquerosamente perfecto, donde sólo ciudadanos responsables y ejemplares circularán por sus calles de forma intachable y ordenada. Una nación donde impera el orden y la ley de la lógica. Una vida eficiente y práctica.

Pero también hay días en que el aduanero se fue anoche de farra. Y aún medio colocado, le parece divertido dejar pasar mercancías peligrosas. Material radiactivo, corrosivo, explosivo y virulento,  en manos de terroristas, revolucionarios y otros locos sin alma. 


Y como buena mercancía para mi cerebro, esta de Fito y Extremoduro.


10 de diciembre de 2011

Un poco de color

Hoy llené esta, la que no es mi casa, de bolas y cintas de colores. 

Como un reflejo de aquellas que sacaba frente a ti una vez al año, mientras me mirabas con cariño. Con la ternura que se mira a una niña tonta que aparca su cerebro un momento para dejarse llevar por la sencillez de la simetría y los colores. 

Y te sentabas en aquel enorme sofá mientras me mirabas jugar. Una aquí, otra igual detrás.  No ha quedado bien. Mejor vuelvo a empezar…. 

Aquella escena te divertía. Tanto como te desquiciaba limpiar mis rastros al acabar.  

Hoy saqué una a una. De dentro de una caja nueva que me llegó desde un sueño del que me tocó despertar.

La tuya seguirá en aquel armario empolvado. En la vieja caja de un sueño del que espero hayas despertado también ya. 

Hoy me pregunté si desde allí abajo se verán aquellas brillar.
O si seguirás esperando a la niña tonta de tus sueños para sacar tu árbol de navidad. 

Hoy no te eché de menos, para variar. 



Imagen: Navidad ´09. Puerta del Sol.
Mi vecina estará hoy harta de oir bolas caer y también de oirme cantar esto:

8 de diciembre de 2011

Un defecto...

Mi piel es blanca. Me mudé a la playa para solucionarlo, entre otras cosas…. Pero no conseguí más que blanquearme más y más. Será la genética. Mi madre es blanca también. Pero a sus años la blancura es de otro modo. Es un blanco bajo un fondo distinto. Nunca le pregunté cómo era a mi edad. Si tuviera que explicarle los motivos de mi pregunta entraríamos en una charla que no se tiene con una madre. Al menos no yo con la mía. 

Bajo el sol de Madrid ya era pálida. Pero es que con el paso del tiempo me he hecho transparente. Para bien o para mal. Y dejo ver las entrañas. Las que me avergüenzan y las que me enorgullecen. Las que el orgullo tapa y las que airea. Yo las enseño todas. Y creo que no habrá sol, por muchos años que pasen, que me broncee lo suficiente para que me oscurezca y deje de sacar las entrañas a pasear. Siempre acabaré dándole al botón "enviar". 

A veces pienso que no debiera... Que a alguien puede no interesarle mi vida visceral. Que cuando se enseña eso, no queda ya nada más que enseñar. Tan sólo el consuelo de una posibilidad; la de dar con alguien que aprecie el gesto de quien enseña sin esperar a cambio nada más. 


Mi otro defecto; escuchar repetitivamente lo que me obsesiona cada día. Hoy ha tocado esto:


2 de diciembre de 2011

En bucle

Me he quitado yo misma la ropa. Pensé que disimularía mirando un poco hacia otro lado. Pero estaba allí de pie. Mirándome. Esperando...  
Al menos iba preparada. Teníamos una cita. Así que mi ropa interior había sido cuidadosamente seleccionada antes de salir de casa. 
Quitarse las botas de un cremallerazo, de pie, no es un gesto muy fino, pero he intentando aligerarlo. Ya va haciendo frío y olvidé que llevaba unos calcetines de rayas sobre las medias que no iban demasiado con mi vestido. Así que he sido hábil y rápida en eso. Creo que no los ha llegado a ver. Ahora el vestido; de nuevo un cremallerazo. 
Cuando he acabado me ha tomado dulcemente la mano. Me he sentado y, despacio y elegantemente, me he recostado hasta tumbarme boca abajo. Su mano estaba caliente. “Empezamos bien…”. La música invita a relajarse. Pienso en qué disco estará sonando. “Creo que dejaré para el final la pregunta”. Una mano en mi muslo, acariciando suave. Al primer contacto he sentido cómo todo el vello se me erizaba. Creo que ha podido notar mi escalofrío. Hacía mucho tiempo que nadie me tocaba así. Cinco minutos después pienso en mi contrato. Esta mañana me lo renovaron. Puedo respirar tranquila unos meses más. “Respirar tranquila… Eso es lo que ahora debo hacer.” Dejarme llevar. No pensar. Sentir esa mano cálida que ahora aprieta mi muslo derecho. Ha subido hasta mi ingle y se ha parado ahí. Es la segunda vez que lo hace. Noto el calor en la entrepierna. “Para ya de pensar… Concéntrate y disfruta!!”. 
Cada minuto que pasa es mejor. Pero cada minuto que pasa es uno menos para que acabe.  Mañana ya no estaré aquí. Mañana ya no estaré flotando ni habrá manos calientes en mi muslo. Tendré que madrugar, salir corriendo antes de que me multen por no haber puesto el ticket y saltarme los semáforos para llegar pronto a trabajar. “Para! Para de pensar en eso!. Céntrate en el placer, desconecta y disfruta.” 
Sus dedos aprietan los míos. Despacio, con fuerza. Siento cómo la sangre se para y corre de nuevo al soltar. “Joder, qué sensación tan buena”. Pienso en la dilatación de mis venas por efecto del calor. Me imagino las células endoteliales, las que forman los vasos sanguíneos. Repaso mentalmente algunas de las reacciones que ocurren con el calor. “Así no hay manera...” Siento el placer mientras repaso los orgánulos de mis células.  “A propósito de células… cómo estarán las que dejé hoy maltrechas en el incubador del laboratorio???.  Dios, así no se puede...” 
El tiempo corre, ya llevamos un buen rato y esas manos no van a estar ahí eternamente. Quiero tener el encefalograma plano aunque sea unos segundos. "Me lo merezco!!!!"   
Me ha pedido que  me diera la vuelta. Ahora puedo ver su cara. Es dulce pero con un punto de picardía. No me he atrevido a mirar directamente a sus ojos. He cerrado los míos fingiendo que estaba abandonada a sus manos y sus maniobras. 
El tiempo, el tiempo me persigue. Creo que ya han sonado más de cinco canciones distintas. Eso indica que al menos llevamos allí… no sé, creo recordar que en la pantalla de mi coche la media de tiempo de las canciones es de 3-4 minutos. Aunque estas canciones parecen algo más largas... Vamos a poner cinco. Quizá han pasado entonces  20-25 minutos desde que me quité aquellas botas… Siento que llega el final, lo intuyo por sus movimientos, ahora más rápidos. Se me está escapando la oportunidad de disfrutar. En cuanto entré por la puerta lo supe. No saldría satisfecha. Quiero estar en este estado siempre. Si supiera que es para siempre no me obsesionaría con el fin. No tendría prisa por disfrutarlo. Y sin prisa, me relajo. Y si me relajo entonces podría abandonarme al placer incluso antes de 20 minutos. Otra especie de pescadilla que se muerde la cola. Últimamente estoy obsesionada con eso. Todo me parece una pescadilla que se muerde la cola. Todo parece un bucle. Los bucles son interesantes. Los sigo mentalmente con un diagrama de flujo en mi cabeza. Con sus flechas y todo. Esto me hace recordar el power point tan chulo que me está quedando para mi próxima reunión. He hecho un diagrama de flujo magnífico sobre los procesos tumorales con los resultados de mis experimentos. Creo que mi jefe va a flipar. “Diagrama de flujo…. Basta ya! Céntrate en tu flujo sanguíneo”. Siente las reacciones que esas manos están provocando en él.  Por un momento sólo he podido centrarme en el enorme rugido de tripas que ha salido desde lo más profundo de mí. “Qué vergüenza, joder!”  Se fue a la mierda lo poco que me estaba dejando llevar… Ya estoy otra vez tensa. 
De repente, ha sucedido. Ya lo imaginaba… Me ha tapado con la toalla y me ha susurrado amablemente que habíamos acabado. Ufffffffffffffff. He abierto los ojos como he podido y he mirado a aquella chica dulce. Le he dado las gracias por el magnífico masaje. Me ha dicho que debería hacerlo más a menudo, que me ha notado los músculos un poco tensos, pero que esperaba que aquella sesión de media hora me ayudara al menos durante unos días… Y también que tenía la piel un poco seca, me ha recomendado alguna de las cremas hidratantes que venden allí. No desperdician una sóla oportunidad… Ahora sí ha salido de la salita para dejarme vestirme a solas. Me he puesto mi ropa, con mis calcetines de rayas. Sentada en la camilla los he mirado fíjamente, mientras pensaba en que en aquella media hora no he hecho más que reproducir una maldita conducta que casi siempre va conmigo, en muchos aspectos de mi vida. Y que desde hace tiempo intento trabajar para dejarla atrás. Para disfrutar de algunas cosas hay que dejar de pensar. Pienso entonces en cómo dejar de pensar. El bucle de mi vida...

Hoy reproduje en bucle esta canción: