Ahora que sé que voy a dejarte, te veo más bella que nunca.
Hoy estaba con ellos y tuve la necesidad de salir a buscarte,
a olerte, a escucharte. A recorrerte por cada rincón. Y me di cuenta de que
nunca antes había conocido tantos ni había vivido tanto en ellos. He hundido
los ojos a través del cristal de decenas de cafeterías, para volver a verme
sentada allí dentro. Y al hundir los ojos también se colaban los oídos y
escuchaba las confesiones de Ana, las risas de Quique, la historia de Natalia,
los miedos de Alex, y tantas otras cosas… He parado a saborear cada historia en cada rincón, bajo la mirada fugaz y curiosa de algunos que debían
preguntarse qué hace una chica sóla con los ojos brillantes parada frente a una
puerta.
Paré en la puerta al final de aquella calle en la que los
chicos sacan cervezas de debajo de las piedras y los camareros de los bares te
hablan en inglés. Y en aquella otra donde
siempre acababa cuando me perdía por aquel laberinto lleno de ropa tendida y
olor a comida turca. Y en la de aquel hostal donde dormí por primera vez,
cuando aún todo era una mezcla de miedos e ilusión.
Ahora que sé que te dejo, no puedo evitar esta nostalgia
anticipada. No puedo negar mis ganas de
volver a ti ya incluso antes de irme. Aunque sé que el tiempo enfría los
sentimientos y que a veces por el camino encontramos nuevas pasiones.
No te puedo prometer regresar. Pero eso no importa, porque un
pedacito de mi se queda por aquí contigo para siempre.