10 de mayo de 2015

Barcelona



Ahora que sé que voy a dejarte, te veo más bella que nunca.

Hoy estaba con ellos y tuve la necesidad de salir a buscarte, a olerte, a escucharte. A recorrerte por cada rincón. Y me di cuenta de que nunca antes había conocido tantos ni había vivido tanto en ellos. He hundido los ojos a través del cristal de decenas de cafeterías, para volver a verme sentada allí dentro. Y al hundir los ojos también se colaban los oídos y escuchaba las confesiones de Ana, las risas de Quique, la historia de Natalia, los miedos de Alex, y tantas otras cosas… He parado a saborear  cada historia en cada rincón,  bajo la mirada fugaz y curiosa de algunos que debían preguntarse qué hace una chica sóla con los ojos brillantes parada frente a una puerta.

Paré en la puerta al final de aquella calle en la que los chicos sacan cervezas de debajo de las piedras y los camareros de los bares te hablan en inglés. Y en aquella otra  donde siempre acababa cuando me perdía por aquel laberinto lleno de ropa tendida y olor a comida turca. Y en la de aquel hostal donde dormí por primera vez, cuando aún todo era una mezcla de miedos e ilusión.

Ahora que sé que te dejo, no puedo evitar esta nostalgia anticipada.  No puedo negar mis ganas de volver a ti ya incluso antes de irme. Aunque sé que el tiempo enfría los sentimientos y que a veces por el camino encontramos nuevas pasiones.

No te puedo prometer regresar. Pero eso no importa, porque un pedacito de mi se queda por aquí contigo para siempre.